Valores morales y no morales



La afirmación y práctica de valores son indispensables en toda agrupación humana para la convivencia pacífica en el ecosistema familiar, las instituciones y de la misma sociedad. La ausencia de estos valores, obviamente se evidenciará en comportamientos estimulados o por impulsos instintivos, o por la atracción poderosa de inmediatas gratificaciones sensitivas o por motivaciones carentes de preocupación por el necesario respeto a las personas y a todo el conjunto social en el que actuamos y vivimos.
 Puesto que el ser humano está constantemente expuesto a una variedad de estímulos que le exigen respuestas o comportamientos, es importante tener en cuenta que ninguna persona reacciona automáticamente como un ordenador que no tiene más alternativa que obedecer a un determinado comando electrónico, bajo el impulso del instinto. Antes de cada respuesta suya entran en juego, a velocidades vertiginosas, motivaciones que l presentan una serie de conductas alternas para cada estímulo, las que tiene que analizar para decidirse por una de ellas. Este intermedio entre una acción y reacción es el que tenemos que saber emplear inteligentemente a fin que nuestras respuestas estén precedidas de una motivación positiva y constituyan una conducta saludable, es decir respetuosa y beneficiosa personal y socialmente. Un saludable comportamiento es el resultado de convicciones profundas, una manifestación del dinamismo de los valores efectivamente operantes que una persona haya adquirido.

Ciertamente que, los mayores determinantes de valores en cada persona son las creencias y opciones de fe que decide tomar. Este proceso, se inicia en los primeros años de vida sobre la base del arquetipo y presentación de verdades y obligaciones a los/as niños/as que hacen los padres y otras personas reconocidas como autoridad. Frecuentemente, se piensa que los valores se transmiten a través de la enseñanza verbal de los padres y que serán los que determinarán los comportamientos posteriores. En el proceso de socialización, es dable que lo que sucede sea lo contrario a lo que determinan los comportamientos en la vida adulta (creencias y valores determinan comportamientos). Aquellos comportamientos que sean modelados por los padres y otras figuras de autoridad, y que sean estimulados en los/as niños/as, consistentemente reforzados para que se repitan en diferentes situaciones, van interiorizando en el/a niño/a una serie de significados, valores, normas y expectativas relacionadas con esos comportamientos “aprobados” por la persona en autoridad. Estos elementos son los que van formando la personalidad del/a niño/a, al mismo tiempo que van ayudando a desarrollar un concepto de lo que debería ser su proyecto de vida, así éste sea completamente inconsciente y difícil de visualizar. El entorno familiar va comunicando a los/as niños/as sus valores al mismo tiempo que los desarrolla por medio de comportamientos que dan significado y razón de ser a sus vidas. Las familias y las instituciones que trabajan con niños deben identificar claramente qué es lo que quieren en la vida como padres de familia o institución que cuida de ellos/as, para que puedan facilitarle el desarrollo de sus propios proyectos de vida, con sueños, ilusiones y valores de una forma clara que sea su Norte en su pensar, su sentir y su actuar. Estos valores les permitirán tener una vida más equilibrada y armónica con su entorno, sabiendo cuidar aquellas cosas que son cruciales para su desarrollo como seres humanos saludables y miembros de familias y comunidades.

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